8. La Iglesia es una comunidad de hermanos
Unidos en Cristo y animados por el Espíritu Santo, somos hijos de un mismo Padre y hermanos entre nosotros.
Unidos en Cristo y animados por el Espíritu Santo, somos hijos de un mismo Padre y hermanos entre nosotros. La Iglesia es como una familia. Por la fe y el bautismo entramos a formar parte de esta comunidad y estamos llamados a construir permanentemente la Iglesia. En nuestra propia casa, en nuestra propia parroquia, en el lugar en que nos toque actuar, estamos comprometidos a colaborar y a promover la unión de todos en Cristo.
La Iglesia es una comunidad que vive de la fe. No se funda en doctrinas humanas, sino en la Palabra de Dios. Esta fe nos une con Dios y entre nosotros.
Por eso nos empeñamos en escuchar con profunda atención la Palabra de Dios, aceptarla en nuestro corazón y llevarla a la práctica. Continuamente alimentamos nuestra fe en la Sagrada Escritura, en la Eucaristía y en la oración. Nos ayuda el Espíritu Santo y nos orienta la enseñanza del Papa y de los Obispos para que estemos seguros en lo que creemos. La misma fe nos lleva a un diálogo sincero y abierto a todos y nos da luz para descubrir en todos los acontecimientos de la vida cuál es el camino de Dios.
La Iglesia es una comunidad que rinde culto a Dios. Lo adoramos y lo alabamos porque El es el único Santo, el Todopoderoso de quien recibimos la vida y la salvación eterna.
Cuando nos reunimos en nombre de Cristo, está Él en medio de nosotros. Con Cristo y reunidos como en una sola familia, rendimos culto a Dios, por Él recibimos su gracia. Por eso el pueblo de Dios celebra con fe la Misa y los sacramentos. En ellos se hace presente, de diversos modos, el Misterio Pascual de Jesús. Así el Espíritu Santo hace crecer en nosotros las esperanza de la gloria futura.
La Iglesia es una comunidad unida en el amor. Nos une el amor de Dios y el amor entre nosotros. Somos el Cuerpo Místico de Cristo y cada uno es un miembro de este cuerpo. Cristo quiere que nos amemos unos a otros como El nos amó.
En esta comunidad, todos hemos recibido del Espíritu Santo dones diferentes, a fin de que cada uno contribuya con su don al crecimiento del Cuerpo de Cristo. Por eso nos tiene que animar el espíritu de servicio, a ejemplo del mismo Jesús que vino a servir y no a ser servido.
La Iglesia es también una comunidad organizada. Jesús puso al frente de ella a los Apóstoles y a sus sucesores: el Papa y los Obispos. Ellos guían al Pueblo de Dios para que esté unido en la fe, en el culto y en la caridad.
Unidos en la fe, en el culto a Dios y en el amor, cantamos así:
Un solo Señor,
una sola fe,
un solo bautismo,
un solo Dios y Padre.
Llamadas a guardar la unidad del Espíritu
por el vínculo de la paz,
cantamos y proclamamos:
Llamados a formar un solo cuerpo
en un mismo Espíritu,
cantamos y proclamamos:
Llamados a compartir una misma esperanza
en Cristo,
cantamos y proclamamos.
Los cristianos formamos una misma familia, conducida por los mismos pastores, porque tenemos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre.
Leamos en la Biblia
El carácter servicial de la autoridad
Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande. Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor. Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
La recompensa prometida a los discípulos
Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas. Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí. Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Evangelio de Lucas 22, 24-30
Los dones espirituales
Con relación a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que ustedes vivan en la ignorancia. Ustedes saben que cuando todavía eran paganos, se dejaban arrastrar ciegamente al culto de dioses inanimados. Por eso les aseguro que nadie, movido por el Espíritu de Dios, puede decir: «Maldito sea Jesús». Y nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común.
El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también en el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere.
El Cuerpo de Cristo
Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo —judíos y griegos, esclavos y hombres libres— y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera: «Como no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: «Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato?
Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito», ni la cabeza, a los pies: «No tengo necesidad de ustedes». Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría.
Los ministerios y los carismas
Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo. En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?
Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía.
Primera carta a los Corintios 12
Llamado a la unidad
Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.
La diversidad de los carismas
Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido. Por eso dice la Escritura:
Cuando subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos
y repartió dones a los hombres.
Pero si decimos que subió, significa que primero descendió a las regiones inferiores de la tierra. El que descendió es el mismo que subió más allá de los cielos, para colmar todo el universo. Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo.
La unidad en la verdad y el amor
Así dejaremos de ser niños, sacudidos por las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina, a merced de la malicia de los hombres y de su astucia para enseñar el error. Por el contrario, viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo. Él es la Cabeza, y de él, todo el Cuerpo recibe unidad y cohesión, gracias a los ligamentos que lo vivifican y a la actividad propia de cada uno de los miembros. Así el Cuerpo crece y se edifica en el amor.
Carta a los Efesios 4,1-16.
La fe nos tiene que unir como hermanos con los demás cristianos en una comunidad de amor y de oración.
¿Se siente usted “en familia” en la Iglesia?
¿Qué responsabilidad le toca a usted?
¿Está resuelto a asumir algún compromiso? ¿Cuál?