4. Cristo vive para siempre entre nosotros
Toda la vida de Jesús ha sido un acto de amor por los hombres. Nos amó hasta el fin: hasta dar su vida por nosotros.
Toda la vida de Jesús ha sido un acto de amor por los hombres. Nos amó hasta el fin: hasta dar su vida por nosotros. Para esto había venido: para liberarnos del pecado y de la perdición y para llevarnos a Dios.
En aquel tiempo muchos creyeron en Él, pero a otros les molestaba su predicación y su ejemplo. Los que lo rechazaron, por odio, lo condenaron a muerte. Tanto amó Jesús a su Padre y a los hombres que permaneció fiel a su misión, hasta las últimas consecuencias.
Animado por el Espíritu de Dios, Jesús ofreció libremente su vida, muriendo en la Cruz en medio de grandes sufrimientos. Mediador entre Dios y los hombres, Jesús destruyó en la Cruz nuestros pecados. Por su muerte y resurrección hemos alcanzado la gracia de Dios, que es el perdón de los pecados y una nueva vida como hijos de Dios.
Porque el Padre glorificó a su Hijo Jesús: le dio nueva vida y lo hizo entrar en su gloria. Jesús resucitó de la muerte y está por encima de todo para que en su nombre sean perdonados los pecados y los hombres vivan una vida nueva.
Desde entonces Jesucristo vive con el Padre y con nosotros.
Él intercede por nosotros y vive en nuestros corazones por la fe. El Espíritu Santo, enviado por Él, nos anima. La Buena Nueva del Evangelio se difunde por todo el mundo. Hasta que, al fin de los tiempos, nosotros seamos glorificados con Él y todo el universo sea transformado.
Este el Misterio Pascual: la muerte y resurrección de Jesús. Lo celebramos cada vez que participamos de la Misa y muy especialmente en la Semana Santa. Lo vivimos en nuestra propia vida cuando, unidos a Jesús, vencemos la maldad, morimos al pecado y caminamos en la fe, la esperanza y el amor.
Llamamos a Jesús: “Cristo”, es decir: el Ungido de Dios; lo llamamos también: “nuestro Señor” y “nuestro Salvador”. Porque:
El, que era de condición divina
nos consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte de cruz.
Por eso, Dios la exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
doble la rodilla todo cuanto hay
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
“Jesucristo es el Señor”.
Carta de Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Jesús dijo: “Yo estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos. El que cree en mí tiene la vida eterna”.
Leamos en la Biblia
La aparición de Jesús a los discípulos de Emaús
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?». Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!». «¿Qué cosa?», les preguntó. Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron».
Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?». Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». Él entró y se quedó con ellos. estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
La aparición de Jesús a los Apóstoles
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo». Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?». Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.
Últimas instrucciones de Jesús
Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos». Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto».
La ascensión de Jesús
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.
Evangelio de Lucas 24,13-53
La glorificación de Jesús por medio de la muerte
Él les respondió:
«Ha llegado la hora
en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que
si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
queda solo;
pero si muere,
da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá;
y el que no está apegado a su vida en este mundo,
la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga,
y donde yo esté, estará también mi servidor.
El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está turbada.
¿Y qué diré:
“Padre, líbrame de esta hora”?
¡Si para eso he llegado a esta hora!
¡Padre, glorifica tu Nombre!».
Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar».
La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel». Jesús respondió: «Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el juicio de este mundo,
ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera;
y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí».
Evangelio de Juan 12, 23-32
La sabiduría del mundo y la sabiduría cristiana
El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan —para nosotros— es fuerza de Dios. Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los inteligentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el hombre culto? ¿Dónde el razonador sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo es una necedad? En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación. Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres.
Primera carta a los Corintios 1, 18-25
La esperanza cristiana
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo. Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a ser revelada en el momento final. Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo. Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación.
El mensaje revelado a los Profetas
Esta salvación ha sido el objeto de la búsqueda y la investigación de los profetas que vaticinaron sobre la gracia destinada a ustedes. Ellos trataban de descubrir el tiempo y las circunstancias señaladas por el Espíritu de Cristo, que estaba presente en ellos, y anunciaba anticipadamente los sufrimientos reservados a Cristo y la gloria que les seguiría. A ellos les fue revelado que estaban al servicio de un mensaje destinado no a sí mismos, sino a ustedes. Y ahora ustedes han recibido el anuncio de ese mensaje por obra de quienes, bajo la acción del Espíritu Santo enviado desde el cielo, les transmitieron la Buena Noticia que los ángeles ansían contemplar.
Primera carta de Pedro 1, 3-12
Cristo murió y resucitó por nosotros, ¿ya estamos salvados?
Cristo dice de si mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, ¿cree usted haberse encontrado con El? ¿Cómo?
Este es el relato de la muerte y de la resurrección de nuestro señor Jesucristo
“Cuando llegaron al lugar llamado ‘del Cráneo’ crucificaron a Jesús junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía:
—Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos. El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían:
—Ha salvado a otros, ¡que se salve a si mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!
También los soldados se burlaban de El y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían:
—Si eres el Rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!
Sobre su cabeza había una inscripción: ‘Este es el Rey de los judíos’.
Uno de los malhechores suspendido en la cruz lo insultaba, diciendo:
—¿No eres el Mesías? Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros.
Pero el otro lo reprendía, diciéndole:
—¿No tienes temor de Dios? Tú sufres el mismo castigo que Él. Para nosotros es justo, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho ningún mal.
Y decía:
—Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu Reino.
Él le respondió:
—Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio, Jesús con un grito, exclamó:
—Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Y diciendo esto, expiró.
Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, diciendo:
—Realmente este hombre era un justo.
Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Jadea, y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Piloto para pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. Era el día de la preparación y ya comenzaba el sábado.
Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el. sábado cumplieron el descansa prescripto.
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Vieron que la piedra habla sido removida y entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús y quedaron desconcertadas.
De pronto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron:
—¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”.
Y las mujeres recordaron sus palabras.
Evangelio de Lucas 23, 33-56 y 24, 1-8