11. La Iglesia permanece fiel a la Palabra de Dios
La Palabra de Dios nos llega de viva voz por la predicación del Evangelio según la Sagrada Tradición, o en forma escrita por la Sagrada Escritura.
La Palabra de Dios nos llega de viva voz por la predicación del Evangelio según la Sagrada Tradición, o en forma escrita por la Sagrada Escritura. Por eso tenemos que estar atentos a la voz de los que Cristo puso para enseñarnos y leer con atención la Biblia, especialmente los Evangelios.
Lo que los Apóstoles transmitieron, encierra todo lo necesario para conocer a Dios y vivir como cristianos. La Iglesia con su enseñanza, su vida y su culto, conserva y transmite a todas las generaciones lo que es y lo que cree. Esta es la Tradición Apostólica que progresa constantemente con la ayuda del Espíritu Santo. La misma Iglesia va entendiendo cada vez más la Palabra de Dios, gracias a la oración, la reflexión, la vida de fe y la predicación de los Obispos. Así Dios sigue conversando con la Iglesia mientras camina hacia la verdad total, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
El Mensaje de Salvación también ha sido escrito en un libro. A este libro lo llamamos Sagrada Escritura o Biblia. Fue escrito por hombres inspirados en el Espíritu Santo, por eso es un libro humano —escrito por hombres— y divino a la vez, porque contiene la Palabra de Dios. La Biblia está dividida en dos grandes partes: el Antiguo y el Nuevo Testamento, es decir, la Antigua y la Nueva Alianza.
Los libros de la Antigua Alianza relatan cómo Dios se reveló en la historia del Pueblo de Israel. A este Pueblo Dios lo eligió como Pueblo suyo, hizo con él un pacto, le confió sus promesas y lo preparó para recibir a su enviado Jesucristo.
Jesucristo vino a cumplir estas promesas. El libro de la Nueva Alianza relata cómo Dios se reveló en la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, así como también en la Iglesia: el nuevo Pueblo de Dios.
Entre todos los libros de la Sagrada Escritura, los Santos Evangelios ocupan un lugar especial. Ellos son el testimonio principal dado por los Apóstoles y sus colaboradores sobre la vida y la enseñanza de nuestro Salvador Jesucristo.
El Espíritu Santo nos ayuda a escuchar la Palabra de Dios y a dar testimonio de ella. Pero para que nadie se equivoque e interprete la Palabra de Dios a su antojo, Dios ha puesto al Papa y a los Obispos. Ellos constituyen el Magisterio de la Iglesia. El Espíritu Santo los asiste para que interpreten fielmente la Palabra de Dios en nombre de Jesucristo.
El Apóstol Pablo nos advierte con estas palabras:
“Permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien”.
Segunda Carta a Timoteo 3, 14-17
La Palabra de Dios ha sido confiada a la Iglesia para que la escuche con fe, la conserve fielmente y la transmita íntegra a todos los hombres.
Leamos en la Biblia
Prólogo
Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Evangelio de Lucas 1, 1-4
La luz del Evangelio
Por eso, investidos misericordiosamente del ministerio apostólico, no nos desanimamos y nunca hemos callado nada por vergüenza, ni hemos procedido con astucia o falsificando la Palabra de Dios. Por el contrario, manifestando abiertamente la verdad, nos recomendamos a nosotros mismos, delante de Dios, frente a toda conciencia humana. Si nuestro Evangelio todavía resulta impenetrable, lo es sólo para aquellos que se pierden, para los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les ha enceguecido el entendimiento, a fin de que no vean resplandecer el Evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús. Porque el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo.
Tribulaciones y esperanzas del ministerio apostólico
Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios. Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y así aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida.
Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. Y nosotros sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él y nos reunirá a su lado junto con ustedes. Todo esto es por ustedes: para que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios.
Por eso, no nos desanimamos: aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida. Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno.
Segunda Carta a los Corintios 4
Exhortación a proclamar la Palabra de Dios
Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino: proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas. Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio.
La esperanza cristiana
Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su Manifestación.
Segunda Carta a Timoteo 4, 1-8.
Necesidad de practicar la Palabra de Dios
Tengan bien presente, hermanos muy queridos, que debemos estar dispuestos a escuchar y ser lentos para hablar y para enojarnos. La ira del hombre nunca realiza la justicia de Dios. Dejen de lado, entonces, toda impureza y todo resto de maldad, y reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos. El que oye la Palabra y no la practica, se parece a un hombre que se mira en el espejo, pero en seguida se va y se olvida de cómo es. En cambio, el que considera atentamente la Ley perfecta, que nos hace libres, y se aficiona a ella, no como un oyente distraído, sino como un verdadero cumplidor de la Ley, será feliz al practicarla.
La verdadera religiosidad
Si alguien cree que es un hombre religioso, pero no domina su lengua, se engaña a sí mismo y su religiosidad es vacía. La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo.
Carta de Santiago 1, 19-27.
La Palabra de Dios es una hermosa noticia confiada a la Iglesia y destinada a todos los hombres.
¿Qué dificultades encuentra la Palabra de Dios en el mundo?
¿Cuáles son los obstáculos que puede encontrar en usted mismo?
¿Qué se puede hacer en su ambiente para difundir la Palabra de Dios?
Jesús nos enseña como tenemos que escuchar la palabra de Dios para que de fruto
“Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a El, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla. El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:
—¡Escuchen!
Un sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros lar comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol se quemaron, y al no tener raiz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas y éstas, al crecer, las ahogaron y no dieron fruto.
En cambio, otras cayeron en tierra buena, crecieron se desarrollaron y dieron fruto: unas rindieron el treinta, otras el sesenta y otras el ciento por uno.
Y agregó:
—¡El que pueda entender, que entienda!
Cuando quedaron solos, los que lo acompañaban, junto con los Doce, le preguntaron el sentido de las parábolas.
Jesús les dijo:
—¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces las demás? Lo que siembra el sembrador es la Palabra.
Hay algunos que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra: son los que apenas la oyen, viene Satanás y arranca la Palabra sembrada en ellos.
De la misma manera, hay otros que reciben la Palabra en terreno pedregoso: son los que al escucharla la aceptan enseguida con alegría, pero no dejan que eche raíces porque son inconstantes, y en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.
Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que escuchan la Palabra, pero vienen las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias y ahogan la Palabra, haciéndola infructuosa.
Hay otros que reciben la semilla en tierra fertil: son los que escuchan la Palabra, la aceptan y producen fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno”.
Evangelio de Marcos 4, 1-10 y 13-20