10. La Virgen María y los santos nos acompañan
La Iglesia es un Pueblo santo porque Cristo la amó e hizo de ella su Cuerpo.
La Iglesia es un Pueblo santo porque Cristo la amó e hizo de ella su Cuerpo. Por eso todos somos llamados a ser santos y a participar de la gloria de Cristo. Debemos dejarnos guiar por el Espíritu Santo, obedecer a Dios Padre y seguir a Cristo pobre, humilde y cargado con su cruz. Mientras peregrinamos por este mundo nos esforzamos con humildad para responder a Jesús que nos llama a ser perfectos en el amor como Dios nuestro Padre.
En este peregrinar nos alienta y nos acompaña la Virgen María, la Madre de Jesús. Después de Jesús, ella es nuestra esperanza y nuestro apoyo. El Pueblo cristiano la venera y la invoca con mucha devoción. Peregrina a sus santuarios y le da distintos nombres: Virgen de Luján, Virgen del Valle, Nuestra Señora de Itatí y muchos otros más.
Ella es la Madre de Dios porque dio luz a Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Por eso el mejor nombre que le podemos dar es el de María, Madre de Dios. María es también Madre nuestra, porque dándonos a Jesús, nos dio la vida.
María pertenecía al Pueblo de Israel y esperaba ansiosamente el cumplimiento de las promesas que Dios hizo a su Pueblo. Desde el primer instante de su existencia, María estuvo llena de la gracia de Dios y libre del pecado original, por eso la llamamos Inmaculada Concepción. Ella creía en la Palabra de Dios y la cumplía fielmente. Permaneció siempre virgen y concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo. Con amor maternal lo esperó, lo trajo al mundo y lo educó. Estuvo al pie de la Cruz, íntimamente unida a Jesús, con su dolor y con su amor. Allí Jesús la proclamó Madre nuestra. Y para que participara plenamente del Misterio Pascual, al terminar su vida, Jesús la hizo entrar con cuerpo y alma en su gloria.
María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, ruega por nosotros y es el modelo de la Iglesia por su fe, su amor y su perfecta unión con Cristo.
Por eso los cristianos nos dirigimos a ella, llenos de confianza, cuando decimos:
Dios te salve, María,
llena eres de gracia,
El Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
También los santos nos acompañan en nuestro peregrinar e interceden por nosotros. A muchos de ellos el Pueblo les tiene una devoción especial.
Durante su vida los Santos fueron hombres y mujeres como nosotros. Tuvieron fe en Dios y lucharon para seguir a Cristo en las circunstancias que les tocó vivir. Su vida nos habla de Cristo, su ejemplo nos anima y su oración nos fortalece. De este modo la Iglesia se siente íntimamente unida con todos aquellos cristianos que murieron en la fe y que ahora viven para siempre en Dios.
Buscamos en los Santos el ejemplo de su vida, el compartir su intimidad y la ayuda de su intercesión.
Leamos en la Biblia
Cristo resucitado, principio de la Vida nueva
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.
El hombre viejo y el hombre nuevo
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Estas cosas provocan la ira de Dios sobre los rebeldes. Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente. Pero ahora es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las injurias y las conversaciones groseras. Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras, y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.
Exhortación al amor
Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias.
Que la Palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza. Instrúyanse en la verdadera sabiduría, corrigiéndose los unos a los otros. Canten a Dios con gratitud y de todo corazón salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre.
Carta a los Colosenses 3, 1-17
Saludo inicial
Pedro, Apóstol de Jesucristo, saluda a los que viven como extranjeros, dispersos en el Ponto, en Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, a los que han sido elegidos según la previsión de Dios Padre, y han sido santificados por el Espíritu para obedecer a Jesucristo y recibir la aspersión de su sangre. A ustedes, gracia y paz en abundancia.
EL RENACIMIENTO BAUTISMAL
La esperanza cristiana
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo. Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a ser revelada en el momento final. Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo. Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación.
El mensaje revelado a los Profetas
Esta salvación ha sido el objeto de la búsqueda y la investigación de los profetas que vaticinaron sobre la gracia destinada a ustedes. Ellos trataban de descubrir el tiempo y las circunstancias señaladas por el Espíritu de Cristo, que estaba presente en ellos, y anunciaba anticipadamente los sufrimientos reservados a Cristo y la gloria que les seguiría. A ellos les fue revelado que estaban al servicio de un mensaje destinado no a sí mismos, sino a ustedes. Y ahora ustedes han recibido el anuncio de ese mensaje por obra de quienes, bajo la acción del Espíritu Santo enviado desde el cielo, les transmitieron la Buena Noticia que los ángeles ansían contemplar.
Exhortación a la santidad
Por lo tanto, manténganse con el espíritu alerta, vivan sobriamente y pongan toda su esperanza en la gracia que recibirán cuando se manifieste Jesucristo. Como hijos obedientes, no procedan de acuerdo con los malos deseos que tenían antes, mientras vivían en la ignorancia. Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo.
Y ya que ustedes llaman Padre a aquel que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras, vivan en el temor mientras están de paso en este mundo. Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes. Por él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios.
El amor fraterno
Por su obediencia a la verdad, ustedes se han purificado para amarse sinceramente como hermanos. Ámense constantemente los unos a los otros con un corazón puro, como quienes han sido engendrados de nuevo, no por un germen corruptible, sino incorruptible: la Palabra de Dios, viva y eterna. Porque toda carne es como hierba y toda su gloria como flor del campo: la hierba se seca y su flor se marchita, pero la Palabra del Señor permanece para siempre. Esta es la Palabra que les ha sido anunciada, la Buena Noticia.
El nuevo Pueblo de Dios
Renuncien a toda maldad y a todo engaño, a la hipocresía, a la envidia y a toda clase de maledicencia. Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra, que los hará crecer para la salvación, ya que han gustado qué bueno es el Señor.
Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios, también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo. Porque dice la Escritura: Yo pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella, no será confundido.
Por lo tanto, a ustedes, los que creen, les corresponde el honor. En cambio, para los incrédulos, la piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: piedra de tropiezo y roca de escándalo. Ellos tropiezan porque no creen en la Palabra: esa es la suerte que les está reservada.
Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz: ustedes, que antes no eran un pueblo, ahora son el Pueblo de Dios; ustedes, que antes no habían obtenido misericordia, ahora la han alcanzado.
Primera Carta de Pedro, 1, 13-25 y 2, 1-10
María y los Santos nos preceden en el camino de la santidad a la que todos somos llamados.
Para usted personalmente, ¿qué lugar ocupan Maria y los Santos en su vida? ¿Qué significa ser santos en el mundo de hoy?
La vida de la Virgen María y su misión en la Iglesia descubren la misión de la mujer en el mundo, ¿cuál es?
El anuncio del nacimiento de Jesús
“El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó diciendo:
—¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo.
Al oír estas palabras, la virgen quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar este saludo. Pero el Ángel le dijo:
—No temas, María porque has agradado a Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; El será grande y se lo llamará Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.
María dijo al Ángel:
—¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?
El Angel le respondió:
—El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y se llamará Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios.
María dijo entonces.:
—Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mi lo que has dicho.
Y el Ángel se alejó.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño se estremeció de alegría en su seno y, llena del Espíritu Santo, exclamó:
—¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo. para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño se estremeció de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.
María dijo entonces:
—Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador porque miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mi grandes cosas.
Su Nombre es santo, y su misericordia se extiende de generación en generación sobre los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó del trono a los poderosos y elevó a los humildes, colmó de bienes a las hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.
Evangelio de Lucas 1, 26-55